Una de ellas, Opabinia, tenía 5 ojos y un hocico como un pitorro, con garras al final. Otra, un ser con forma de disco, Peytoia, resultaba casi cómico porque parecía una rodaja circular de piña. Una tercera era evidente que había caminado tambaleante sobre hileras de patas tipo zancos y era tan extraña que la llamaron Hallucigenia. Había tanta novedad no identificada en la colección que se dice que se dice que se oyó murmurar a Conways Morris al abrir un cajón: “joder, no, otro filum”.
Reconstrucción con Pikaia y Hallucigenia
Las revisiones del equipo inglés mostraban que el Cámbrico había sido un periodo de innovación y experimentación sin paralelo en el diseño corporal. Durante casi 4 000 millones de años, la vida había avanzado parsimoniosamente sin ninguna ambición apreciable en la dirección de la complejidad, y luego, de pronto, en el trascurso de solo 5 o 10 millones de años, había creado todos los diseños corporales básicos aún hoy vigentes. Nombra una criatura desde el gusano nematodo a Cámeron Díaz, y todos utilizan una arquitectura que se creó en la fiesta Cámbrica. Pero lo más sorprendente era que hubiese tantos diseños corporales que no habían conseguido dar en el clavo, digamos, y dejar descendientes.
Un ejemplar de Pikaia
La historia de la vida, escribió Gould, es una historia de eliminación masiva seguida de diferenciación dentro de unos cuantos linajes supervivientes, no el cuento convencional de una excelencia, una complejidad y una diversidad continuadas y crecientes. Daba la impresión de que el éxito evolutivo era una lotería.
Una criatura que sí consiguió seguir adelante, un pequeño ser vermiforme llamado Pikaia gracilens, se descubrió que tenía una espina dorsal primitiva, que lo convertía en el antepasado más antiguo conocido de todos los vertebrados posteriores, nosotros incluidos. El Pikaia no abundaba, ni mucho menos, entre los fósiles de Burgess, así que cualquiera sabe lo cerca que pueden haber estado de la extinción. Gould, en una cita famosa, deja muy claro que considera el éxito de nuestro linaje una chiripa afortunada: rebobine la cinta de la vida hasta los primeros tiempos de Burgess Shale, ponla en marcha de nuevo, desde un punto de partida idéntico y la posibilidad de que algo como la inteligencia humana tuviese la suerte de reaparecer resulta evanescentemente pequeña.
(…) Hoy sabemos que en realidad existieron organismos complejos 100 millones de años antes del Cámbrico como mínimo.
La dificultad de entender hace cuánto tiempo sucedió esto
Es casi imposible para nosotros, para los que el tiempo de permanencia en la Tierra será solo de unas cuantas décadas fugaces, apreciar lo alejada en el tiempo de nosotros que está la explosión cámbrica. Si pudieses volar hacia atrás en el pasado a la velocidad de un año por segundo, tardarías una media hora en llegar a la época de Cristo y algo más de tres semanas en llegar a los inicios de la vida humana. Pero te llevaría veinte años llegar al principio del periodo Cámbrico. Fue, en otras palabras, hace muchísimo tiempo.